Dos salmantinos, entre los mejores educadores del mundo: "La vocación nos viene de pensar que otro tipo de educación es posible"
"Creo que todo empezó cuando éramos pequeños y nos dimos cuenta de que no encajábamos en el sistema educativo tradicional. No éramos malos estudiantes, para nada, pero no podíamos sentarnos en una silla y escuchar por ocho horas", comenta Alberto a Ical, en el prólogo de una historia salpimentada con toques 'hollywoodienses' y con genuino sabor a sueño americano, pero cuyo futuro, a buen seguro, está deslocalizado y, probablemente, escriba sus mejores páginas a lo largo y ancho de los cinco continentes. "Somos gente con mucha energía y movimiento que aprende de forma diferente a través de explorar y de encontrar el conocimiento. Somos muy curiosos, es nuestra mayor virtud y nuestro mayor defecto", apostilla Mario en la entrevista concedida a la agencia Ical para este reportaje.
Los hermanos Herráez se complementan. Lo hacen de un modo exponencial que no resulta de sumar uno más uno, sino de aplicar una potencia. Es decir, se multiplican entre sí. Se quieren y se apoyan, se llevan bien. Se acaban frases y ejemplifican los argumentos del otro. ¡Responden a coro! Dentro de una cuasi perfecta sincronía, son capaces de disentir porque saben que del debate nace el progreso. Por eso alguna vez, las menos, también se corrigen. Ahí radica su fuerza. Ahí y en sus ideas. "La vocación de maestros nos viene de pensar que otro tipo de educación es posible. Nos metimos a profesores con la intención de crear un futuro mejor para todos, con una escuela en la que todos sean aceptados, independientemente de su estilo de aprendizaje, de cómo sean o de dónde vengan", abunda Mario, el menor por cinco minutos.
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