Crónica de un rey salmantino
En 1350, mientras Boccaccio escribía el Decamerón, moría frente a Gibraltar por la peste negra que había llegado de Italia, el rey salmantino Alfonso XI.
Cuando los cristianos salían con su cuerpo para enterrarlo en Sevilla, todos los moros de Gibraltar salieron fuera de la villa y estuvieron muy quedos y no consintieron que ninguno fuese a pelear.
Noble homenaje de silencio que rendían los moros benimerines y nazaríes al insigne adversario caído frente a ellos. Años antes les infligió una derrota sin paliativos en la famosa batalla del Salado. En esa batalla participaron personajes de nuestra historia como Garcilaso de la Vega “el joven”, D. Juan Manuel, o el arzobispo de Toledo Gil de Albornoz, que años después fundaría el Colegio de España en Bolonia, cuyo nombre prueba la antigüedad de la nación española.
Nació en Salamanca en 1311 y se casó con su prima María de Portugal con la que tuvo a Pedro I “el Cruel”.
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