Tradiciones de Navidad
Las fiestas navideñas, como todo el mundo sabe, son entrañables y están llenas de tradiciones. Una de ellas, que parece ser tiene su origen en los pueblos pirenaicos y que actualmente está extendida por toda Cataluña, consiste en coger un leño, vestirlo, ponerle una barretina, pintarle rasgos de persona y dejar que los niños le ofrezcan todas las noches un plato con alimentos (que este leño —tió, en catalán— se come mientras las personas duermen, de manera que por la mañana solamente quedan los restos en el plato). El objetivo de dar comida al tió es provocarle un proceso fisiológico semejante al de los humanos y lograr que, si una materia entra por delante, salga otra por detrás (en su momento, la parte trasera del tió se tapará prudentemente con una manta). Pero, afortunadamente, lo que saldrá del tió no es lo que podría pensarse, sino alimentos típicos de la Navidad y regalos. De esta manera, por Nochebuena los niños, a golpes de bastón, le reclaman el producto de la digestión, al tiempo que cantan algo parecido a lo que sigue (hay diferentes versiones): caga tió, ametlles i torrons, no caguis arengades, que són salades, caga torrons, que són més bons. Es decir, le piden al tió almendras y turrones y le dicen que no quieren sardinas en salazón (arengades), justamente porque están demasiado saladas. Y, ¿cuál es verbo que se utiliza para expresar lo que debe hacer el tió? Lo acabamos de ver: el verbo cagar y no otro. En el ámbito catalán el tió caga regalos y así lo expresan los niños: me ha cagado tal cosa o tal otra. Así, la costumbre del tió conecta con cierta tradición escatológica de la cultura catalana que tiene su reflejo, en este caso, en la naturalidad con que la lengua utiliza una palabra que define las funciones fisiológicas. De esta manera, en el ejemplo del tió el verbo cagar queda libre de la asociación con lo desagradable que usualmente tiene.
Esto puede plantear problemas a la hora de traducir, porque las expresiones de entrada equivalentes en la lengua meta pueden no ser tan equivalentes si están marcadas con el estigma de lo inapropiado en la cultura donde se utilizan. Y es lo que puede suceder con el verbo cagar en español, incluso en un registro igualmente familiar. Por suerte las palabras son infinitamente flexibles y el traductor, si se encuentra en la situación, tiene que intentar configurar un texto en el que la palabra que en todos los usos por él conocidos es malsonante, se cargue en ese fragmento concreto de las connotaciones afectivas relacionadas con la tradición que se comenta aquí, puesto que al traducir no solamente se trasladan los contenidos puramente denotativos, sino las emociones y los sentimientos vinculados a un texto y a sus referencias. Si esto no es posible, se puede buscar una expresión alternativa, pero probablemente no haya otro vocablo que más gráficamente describa la manera que tiene el tió de ofrecer sus regalos.
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