Salamanca es considerada la cuna del español. Sin embargo, hay ciertos vocablos que, al parecer, no han salido de allí. Términos que los salmantinos llevan años utilizando y que para los forasteros suelen resultar extraños, a excepción de para algunos castellanos y leoneses procedentes de otras provincias que, por cercanía, los han escuchado más de una vez.
Ahora bien, muy pocos saben que para los charros, como se conoce a los que proceden de Salamanca, cerrar la puerta es "candarla", el hueso de la aceituna es el "carozo" y "sarduño" es alguien con un semblante serio.
Muchos de ellos, además, llaman "chambergo" al abrigo, "pelliza" a una chaqueta con el cuello y las mangas reforzadas con otras telas, "jariegos" a quienes habitan entre jaras o jarales, y dicen que alguien "está ahibado" cuando no se está enterando de nada.
Los salmantinos no prevén o presienten, "barruntan", para ellos, un agujero o abertura es un "aburaco", en lugar de decir soñé, dicen "me soñé" y cuando quieren dirigir a alguien hacia un lugar, en lugar de decir vamos para allá o aquí, recurren al término "pahí" o "paquí".
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