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"A veces siento escalofríos paseando sola por el museo"
Su infancia transcurrió entre las paredes del museo. Su padre fue el conserje mayor del Casón del Buen Retiro y su abuelo el encargado de la calefacción de las instalaciones: "Estoy muy orgullosa", dice hoy Conchi Illán, encargada general de vigilancia. Con todo ese pasado no es de extrañar que ella acumule a sus espaldas más de 39 años al servicio del arte.
Cada día antes de que amanezca Conchi recorre las salas junto al jefe de vigilancia nocturna para comprobar que no falte ningún cuadro y que todo esté en condiciones. Reconoce que paseando sola por este imponente edificio de 42.000 m2 todavía siente escalofríos en algunas zonas. En otras, dice, "pasas como en cualquier trabajo normal".
A la sala 15, sin embargo, siempre le dedica unos minutos más. Allí se encuentra expuesta El niño de la Espina, una escultura de 73 centímetros de alto cuyo autor se desconoce pero con la que siente un vínculo especial porque le recuerda a una anécdota que contaba su abuelo: "Resulta que un día llegó un extranjero al museo que comenzó a rascarse el pie. Como mi abuelo no hablaba inglés, lo llevó a la casa de socorro para ver qué le pasaba. En realidad, solo quería ver esta escultura", relata entre risas.
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