Cuando uno es jovencito no suele soñar con hacerse gramático.
¿Cómo descubrió la lingüística? ¿Qué le llevó a interesarse por la
gramática?
Me gustaban las lenguas, en particular el inglés y el francés. En la
facultad estudié árabe clásico, que me pareció un idioma precioso. La
idea de dedicarme profesionalmente a estudiar mi propia lengua fue
bastante tardía. En realidad, mucha gente no entiende que un
hispanohablante se especialice en su lengua nativa. De hecho, algunos me
preguntan «¿Es que todavía no te la sabes?». Dentro de la lingüística,
que es un campo amplísimo, me interesó especialmente la gramática porque
es un gigantesco rompecabezas formado por un número relativamente
pequeño de piezas. El hecho de que el número de piezas no crezca todos
los días nos permite estar cada vez un poco más cerca del final.
Y, hoy en día, ¿sigue teniendo el mismo interés? ¿Qué le interesa de la gramática cincuenta años después?
Tengo el mismo interés, pero no las mismas fuerzas. La lista de
preguntas interesantes que todavía están sin responder es enorme. Los
lingüistas jóvenes tienen, pues, muchísimo trabajo por delante. Uno de
los aspectos que requieren más investigación es la relación entre el
léxico y la sintaxis, o —si se prefiere— entre el diccionario y la
gramática.
¿Qué mentores o lingüistas lo marcaron? ¿A quiénes considera sus referentes?
En Madrid tuve la suerte de estudiar con Fernando Lázaro Carreter, que,
además de interesarse por la teoría gramatical moderna, poseía una mente
muy receptiva y una extraordinaria sensibilidad para cualquier aspecto
del lenguaje, fuera o no artístico. Luego fui becario de la Fundación
Juan March en la Universidad de Berkeley (California) y allí asistí a
muchas clases de Charles Fillmore y de George Lakoff, dos
extraordinarios profesores. Otros muchos lingüistas me han influido a
través de sus textos, pero estos son los que más lo hicieron
personalmente.
Cuando pensamos en ciencia, nos viene a la cabeza alguien con bata y microscopio. No solemos pensar en lingüistas o gramáticos. ¿Es la lingüística una ciencia? ¿Cuál es para usted la labor del lingüista?
La lingüística es una ciencia, sin duda. Como en las demás ciencias, se
lanzan hipótesis sobre los datos, y luego se verifican, se perfilan o se
desestiman. También, como en las demás ciencias, se percibe el avance
del conocimiento. A la vez, es cierto que la lingüística se desdobla hoy
en un gran número de ramas, corrientes y tendencias, y no es posible
trabajar en todas ellas de la misma forma. Por ejemplo, solo tiene
sentido la experimentación en algunas de esas ramas.
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