jueves, 22 de junio de 2023

¿De verdad leemos bien los enunciados de los exámenes?

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Los estudios afirman que cuanto más jóvenes somos, menos nos gusta leer instrucciones de cualquier tipo. Pero hacerlo bien o mal puede cambiarnos la vida, si pensamos en evaluaciones como las pruebas de acceso a la universidad, donde unas décimas pueden ser cruciales para obtener plaza en la carrera deseada.

Leer de manera cuidadosa y atenta cada enunciado puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de un examen. A menudo, los estudiantes cometen errores y pierden puntos muy valiosos debido a malentendidos provocados por una lectura superficial o apresurada.

Supongamos que en un examen de lengua española se indica: “Conteste brevemente a tres de estas cuatro preguntas”. Un estudiante que no preste la suficiente atención puede responder a todas las preguntas o extenderse innecesariamente en su redacción, y estos errores pueden conllevar una calificación menor incluso si el contenido de las respuestas es correcto.

Cuando leemos enunciados de exámenes o ejercicios de clase, lo mismo que cuando leemos las instrucciones para cualquier otra cosa, es preciso hacerlo de una manera concreta. ¿Por qué leer instrucciones exige una estrategia diferente de comprensión escrita? Existen varios motivos:

1. Lectura intensiva: orden y contenido

Las instrucciones son textos con una finalidad performativa. Es decir, sirven de guía para que el lector realice una acción más o menos complicada. Por tanto, para su comprensión debe emplearse una lectura intensiva que preste atención no solo a las palabras, sino al orden en que están dispuestas.

Esta información tan precisa requiere ser almacenada en la memoria de trabajo, cuya duración es breve. La investigación sugiere que el cerebro puede retener de forma activa en torno a siete elementos, pero a muchos de nosotros incluso nos cuesta recordar cómo llegar a un lugar si las indicaciones tienen más de tres o cuatro pasos.

2. Descifrar las metáforas o consignas

Los enunciados instructivos buscan ser lo más simples y breves posible. A menudo emplean términos técnicos que “empaquetan” tareas más complejas, como es el caso de los típicos “Halla la x” o “Justifica tu respuesta”, que pertenecen a tradiciones discursivas bien conocidas en nuestro entorno lingüístico.

Descifrar estas consignas, llamadas por los lingüistas metáforas gramaticales, implica un dominio del registro académico producto de la alfabetización avanzada o el entrenamiento.

 

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